SOBRE LA ORTODOXIA EN EL POLOCarlos Gaviria Díaz, Precandidato presidencial por el Polo Democrático Alternativo, El Tiempo, Bogotá, junio 7 de 2009
Cuando uno escucha o lee opiniones sobre lo que sucede en el interior del Polo, incluso procedentes de personas inteligentes e ilustradas que no militan en el Partido pero dicen simpatizar con él, no puede saber con certeza si su falta de tino obedece a información insuficiente o a un sesgo impuesto por sus preferencias, que les hurta toda ecuanimidad.
Voy a referirme sólo a un tópico: ha hecho carrera, y nadie lo discute porque así sucede con los lugares comunes, que en el Polo existe un sector doctrinario, intransigente, tributario de la “vieja izquierda” que aún usa como cuaderno de bitácora un marxismo trasnochado, y una “izquierda moderna”, adaptada a los tiempos que corren y abierta a alianzas que le permitan pasar de una estéril oposición a asumir la dirección del país. ¡Cuán distinta es la realidad! En el Polo convergen tendencias de todos los matices de la izquierda tradicional, y sectores que no beben de esas fuentes pero juzgan que en Colombia son urgentes hondas reformas sociales y de índole política, para que pueda florecer una sociedad democrática.
Tal convergencia tiene como ámbito propiciatorio de la controversia un amplio marco llamado Ideario de Unidad. Dentro de él caben las posiciones más disímiles, con la única condición de compartir las metas, las que, a mi juicio, no sería renuente a compartir ningún demócrata que de verdad lo sea.
V. g.: la defensa de la soberanía nacional, el compromiso con el Estado Social de Derecho (es decir, con la Carta del 91), la adopción de un modelo económico que acompase el crecimiento de la riqueza con su redistribución y propicie la universalización de los derechos económicos y sociales; la búsqueda de espacios de diálogo que permitan explorar por esa vía la terminación del conflicto sin que el Estado renuncie al ejercicio legítimo de la fuerza que monopoliza; el empeño en conseguir una seguridad integral derivada no sólo de la ausencia de actores armados irregulares, sino de la satisfacción de un mínimo (al menos) de las necesidades básicas. Esos, y los demás propósitos de la misma estirpe, regidos por el artículo 2o. de los Estatutos del Partido: “El empleo de las armas para la solución de los conflictos contradice los métodos y los propósitos que propugna el Polo”.
También se encuentran explícitos en el Ideario “la defensa y promoción de los derechos humanos, la tolerancia y el respeto por la diferencia y el pluralismo ideológico, cultural, étnico, político, de orientación sexual y religiosa; … la promoción de la ética pública, la transparencia y la lucha contra la corrupción”.
En vano buscará quien lea el Ideario la dictadura del proletariado, el advenimiento de la sociedad sin clases o la prosecución de alguna utopía implícita en una cosmovisión omnicomprensiva. Ni siquiera la palabra socialismo, ni, mucho menos, la supresión de la propiedad privada hacen parte del catálogo de propósitos comunes que el Ideario condensa.
Si alguien dentro del Polo abriga alguna esperanza en semejantes fantasías, debe asumirla como asunto personal, igual que las creencias religiosas en un Estado laico deben ser asumidas por los fieles como acervo valioso en la dirección de su vida individual, sin interferir en el debate público que ha de adelantarse en un lenguaje común a todos los interlocutores.
Es ese mínimo tan amplio contenido en el Ideario el que se exige de quienes quieran militar en el partido. Allí está comprendida su “ortodoxia”. Si se tratara de la que se deriva del estalinismo, del maoísmo o del marxismo a secas, el primer excluido tendría que ser quien aún funge como presidente del partido. No es, pues, excesivo el contenido doctrinario de nuestro proyecto, pero hay quienes lo encuentran sofocante de sus personales metas y ambiciones.
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